En la casa de Ferny.    

Ferny jugaba en el jardín con una palita. Estaba escarbando entre las margaritas, buscaba  insectos o gusanos para sus experimentos, cuando la voz estridente de tía Patricia resonó en su búsqueda:  
-¡Feeeeernyy!?  ¡Feernyyyyy!, ¿dónde andas niño? ¡se te va a enfriar la sopaaa!-.  
 Ferny dejó la pala y se arrastró serpenteando entre las jardineras tratando de evitar que tía Cotorra lo detectara con su radar sónico.  
-Todos tenemos un límite predeterminado, y una vez sobrepasado éste, el cerebro se derrama por las orejas- recitó Ferny con voz robotizada de autómata transmitiendo en un radio de largo alcance, luego soltó una carcajada. Grave error, tía Plasta lo esperaba detrás de los claveles; las manos en la cintura y los ojos casi en blanco gritó retumbante:  
-¡Feeeeeerrrnyyyy! ¡Hazme favor de levantarte in-me-dia-ta-men-te de allí! ¡mira nadamás como dejaste las flores de tu mamá!... ¡Bla, bla, bla smjur yah   &*++ %/=$% lxxxhukjsssss  “#$%&%/6%!!!-  Ferny la imaginó como una gran babosa gigante que chillaba en un lenguaje incomprensible para él. Luego la Babosa sacó un tentáculo y lo asió por la oreja. Ferny fue arrastrado hasta la regadera, pero se libró de la sopa horrible, las babosas nunca alimentan a los prisioneros.  

En el baño, Ferny puso el tapón de la tina y la llenó hasta el borde, incluso un poco más que el borde, el agua se puso turbia por la tierra y no se veía el fondo. Ferny sospechó que tal vez los calamares de las tuberías estuvieran planeando una ataque.  
-¡Ajajá, ah jajá! ¿Los calamares planean un ataque? Un bloqueo en su medio los destruirá sin residuos tóxicos- murmuró Ferny con pases teatrales y a continuación sacó de debajo del lavamanos un paquete con cuatro rollos de papel de baño que fue desenrollando con toda cautela hasta que el agua se convirtió en una pasta de celulosa, lodo y jabón. –Esto los pondrá ¡en su lugar!- les gritó a los calamares. Chapoteó treinta minutos más y luego salió del baño, para cumplir con su misión secreta. La tía Patricia inmundicia le cortó el paso en el pasillo; sorprendentemente, sólo rezongó en tono de cacatúa sostenido:  
-Fer-ny te va a dar resfriado por andar así descalzo... niño entiende, ¿qué no sientes el piso hela-do? -.  
Ferny no pudo contener la risa; por lo visto tía Hematoma no había visto aún la matanza de los calamares, abrió la boca para decir algo, pero le salió una carcajada loca.  
-Y no tiene nada de gracioso. Ferny ponte unas pantuflas ¡ya veremos si sigues riéndote así cuando llegue tu madre y vea como quedó el jardín!.-  
-¡Jaaaaa, ja,  ja ahhhh jajajaja!-  

Ferny ignoró del todo la perorata, en especial la parte de las pantuflas, pero lo del jardín le recordó que tenía algo que hacer, asuntos pendientes.  

El cuarto de Ferny, como el resto de la casa, tenía el techo muy alto y el piso de madera rechinaba al andar. La casa era vieja y las paredes olían a humedad. Las cortinas eran gruesas y cuando estaban corridas no se podía ver dentro. Había juguetes regados por todos lados:  

*de madera          *torres                     *colores  
*de metal            *un triciclo                *una casita  
*muñecos             *marionetas               *un tren  eléctrico  

Las repisas estaban a punto de caerse por el peso de cientos de frascos de vidrio, de mermelada, de comida de bebé, de refresco. Todos etiquetados y con cosas dentro:  

*plantas                                             *tierra  
*insectos                                            *ingredientes de cocina  
*agua coloreada                                  *materias irreconocibles  
 
En el centro de la habitación estaba una mesa grande, y encima de la mesa  el equipo de laboratorio de Ferny; matraces, tubos de ensayo, un microscopio, un mechero, pipetas y goteros.  Ferny cerró la puerta de su habitación, se metió en el vestidor  y acurrucado en el rincón más oscuro, entre la ropa que tenía polvo porque nunca la usaba, pronunció las palabras mágicas para despertar a las criaturas que vivían allí.  Al principio no sucedió nada, pero poco a poco, de entre las sombras surgió cierto movimiento, como si los huecos tomaran forma y unos minutos después a Ferny lo miraban varios pares de ojitos fosforescentes en la oscuridad. Ferny encendió su linterna de mano y allí estaban ellos, pequeños y bulliciosos, sus amigos los que viven en el vestidor, entre tinieblas.  

Repentinamente un impulso guió a tía bruja a revisar el estado del baño. Le faltaban cinco pasos para llegar:  
Uno –que raro que Ferny dejara la puerta del baño cerrada-  
Dos -¡un charco sale por debajo!-  
Tres –Dios libre a ese niño si...-  
Cuatro –ese baño está como creo que lo está-  
Cinco.  
Ahora tía reptil está a punto de tomar la decisión más importante de su vida, tiene dos opciones:  
1) ignorar la puerta y dejar que las cosas corran por su curso, que su mundo siga girando al ritmo de siempre, fingir que no ve ni le importa el baño, que Ferny no existe, tomarse un respiro.  
2) Abrir la puerta del baño.  

Por supuesto, optó por lo segundo. No lo hubiera hecho. Allí, en ese preciso instante congelado para siempre como una foto polaroid de su destino, tía Perica firmó en la línea punteada dando autorización para el inicio del desastre. Ferny no había cerrado del todo la llave de la tina.  

Algo estalló en el cerebro de tía Adiposa; no salieron chispas, no se oyó ningún sonido, simplemente se le fundieron los fusibles.
 
Ferny oyó un violento golpe e inmediatamente supo que ella estaba intentando penetrar en su habitación, y que por lo visto, lo lograría muy pronto.  
-Ahora el monstruo está furioso, escupe fuego por la boca y tiene unas garras inmensas, si te atrapa te saca los ojos. ¡no se preocupen!... hay una forma de detenerla- dentro del vestidor, Ferny y las sabandijas hicieron un plan. Al fin tía Vampiro logró tronar la chapa y entró al cuarto de Ferny. Había poca luz, no se veía bien. Del vestidor venían tintineos de cristal y un olor extraño.  
-¡Ya se donde estás Ferny, maldito engendro! ¡Haciendo tus asquerosidades adentro de ese cubil! ¡Jugando con bichos tan repugnantes como túuuuu! Pero esta vez, esta vez Ferny, sucio patán, ¡naaaada va a salvarte del castigo!- Y tía bola atravesó la habitación. Tiró, arrolló todo a su paso, pisó y destrozó los juguetes. Abrió la puerta del vestidor y nunca supo qué fue lo que le brincó encima, pero de pronto no pudo moverse más, estaba tirada en el piso. Y como un eco de su propia voz, oyó a Ferny murmurar en su oído: -Oh, muy, muy mal tiita. Eres malvada con nosotros y no nos quieres. Eso está pe-si-mo, así que ahora, como veo que no te has arrepentido, te vamos a dar una lección que es por tu bien.-  

De debajo de la cama, Ferny sacó a rastras un libro muy grande, lleno de polvo. Sopló lo más fuerte que pudo, y cuando se asentó la nube, en la portada se pudo leer : “El gran libro de las transformaciones, transfiguraciones y transmutaciones”. Ferny recorrió el índice hasta que encontró lo que buscaba, y dejó el libro abierto en la página 1638. Había que reunir muchísimos ingredientes, las criaturas se encargaron de buscar entre los frascos de las repisas y conseguir los que faltaban. Ferny mientras tanto preparó sus instrumentos y cuando estuvo todo listo, se puso a trabajar. Durante más de dos horas, de su mesa salieron vapores, polvos y chispas. Al final, en un recipiente quedó la gelatina que se indicaba en el libro. Había que untarla en el cuerpo del sujeto, decía. Así que Ferny embarró a la tía albóndiga, que se encontraba firmemente amarrada. La sustancia olía a pollo crudo, a podrido y a menta. Luego de que no quedó ni un cuadrito de piel por cubrir, Ferny recitó la frase mágica que venía al final de la receta, y los brazos y las piernas de tía Víscera se fundieron con el tronco que perdió el color y la forma humana hasta que en el suelo quedó algo así como una larva que recordaba vagamente a tía roedor. Era bastante grande incluso para su nuevo estado, así que fue difícil encontrarle un bote. –Este servirá- dijo Ferny, cuando encontró un bote para melaza, con capacidad de diez litros –aunque tal vez quedes un poco apretada-. La tapa apenas y enroscó.  

Cuando mamá llegó todo estaba en orden de nuevo; el baño fue lo más difícil, el jardín  quedó casi como si no hubiera pasado nada. La habitación un poco tirada, como siempre. Ferny jugaba con el tren eléctrico.  
-¿Ferny? ¿Estás aquí? Pensé que habías salido con tía Patricia, se me hizo raro, no oí ruidos- dijo Mamá.  
-Ah, hola mamá, tía Patricia... fue por pan hace un rato. ¿Me trajiste un chocolate?-  Mamá dio una barra de chocolate a Ferny y lo ayudó a ponerse la piyama, tomaron leche y comieron quesadillas. Luego Mamá lo acostó en la cama, lo tapó y le contó un cuento. Le dijo algo al respecto de un extraño olor, que debería ordenar un poco el cuarto. ¿Tía Patricia no le comentó si iba a otro sitio?, (querrás decir tía gusano, pensó Ferny) ¿A qué horas había salido? Ferny se encogió de hombros y puso cara de total ignorancia. Hasta fingió un poco de preocupación.  

-Buenas noches amor- dijo Mamá, y cerró la puerta.  
-Buenas noches mamá, buenas noches a todos- dijo Ferny en un murmullo y se durmió.