DIEZ DE MAYO

Para Doña Katy todos los diez de mayo son lo mismo. Sus tres hijos la llaman unos días antes para invitarla a comer. En ese momento surge el primer conflicto: aceptar la invitación de uno y rechazar la de los otros dos. El segundo conflicto es decidir a qué lugar ir. Doña Katy odia los lugares atestados, odia que los meseros vayan y vengan todo el tiempo sin parar con charolas repletas, demasiado ocupados para atender correctamente a las personas. Finalmente Doña Katy termina por revertir el asunto e invitarlos a los tres a su casa con sus respectivas esposas e hijos. Cuando los tres aceptan, a pesar de las contrarias esperanzas de Doña Katy, que siempre les dice:  
-Si tienes que hacer compromiso con tu suegra no hay problema, ya sabes que por mí, cualquier día es lo mismo- surge el tercer conflicto: Encerrarse todo el día a guisar, o encargar la comida. Invariablemente prefiere encargar la comida, pero para esas alturas en ningún lado la pueden atender, por que ya tienen rebasado su límite de pedidos. Doña Katy tiene que suplicar y ofrecer gratificaciones extras, y después de varios intentos en diferentes partes, logra encargar una pasta en un lado, un plato fuerte en otro, un postre en otro... La comida siempre llega tarde y fría. No falta que alguno de los tres hijos le diga que no se hubiera molestado, que total, en cualquier restaurante la comida hubiera estado mejor, y hubiera sido menos lata.  

Esta vez, los hijos aparecieron a las dos de la tarde, hora tan calurosa en esta época del año, que Doña Katy por lo regular no tiene hambre, y prefiere leer en su hamaca bajo la sombra.  

Llegaron con las nueras e hijos: Manuelito con Lucía, siempre tan seria, apretada por los buenos modales y por su cara de perpetuo estreñimiento, con las gemelas y Juan Pedro, que nunca la van a visitar y que le hablan de usted. Le llevaron de regalo una Biblia con tapas de incrustadas con nácar. Doña Katy ni es religiosa ni le interesa un cacahuate serlo. Luis con Roxana, su segunda esposa, que siempre habla de dietas y de manualidades, y sus hijos Luisito, Jaime y Miguel, que no se pueden estar quietos, ni callados, ni limpios, ni dicen gracias ni por favor, ni dejan de pelearse todo el tiempo. Le llevaron un set completo para decorar cerámica. Carlos, con María Elena, que es periodista política y tiene que disimular sus bostezos de aburrimiento en los  eventos  familiares. Ellos -por fortuna- dice Doña Katy, no tienen hijos. Le regalaron un juego de plumas fuente.  

Este diez de mayo, Doña Katy tenía menos ganas que nunca de ser celebrada; al fin de cuentas, ella no tuvo nada que ver con el deseo de ser madre ni pudo elegir. En sus tiempos así era, y punto. De haber habido píldora probablemente no habría tampoco nada de que festejarla, ni nadie que le festejara. Doña Katy envidiaba a Caro, su sirvienta de toda la vida que nunca se había casado ni había tenido hijos, y que en esos momentos disfrutaba en su cuarto viendo novelas en la tele, y maldecía a Manuel, su esposo, por haberse muerto dejándola a ella sola con el paquete de soportar a la familia.  

La comida estaba mala, hacía calor, todos hablaban al mismo tiempo y nadie se entendía, sus hijos habían comenzado a discutir con respecto de la fábrica, las gemelas ya se querían ir a ver a su otra abuelita, los niños jugaban fut bol  en el jardín y destrozaban el pasto y las plantas. Doña Katy se levantó con el pretexto de ir al baño, se tomó un calmante, se enjuagó la cara, hizo tiempo y regresó a la mesa. Estaban hablando de ella, increíblemente discutían con respecto a que esa casa era demasiado grande, y que ya estaba muy viejita para estar sola. Doña Katy se sintió indignada, de que decidieran por ella, pero el colmo fue cuando su nuera Leticia le dijo:  
-Oiga Doña Katy, si quiere se puede venir a vivir con nosotros, ya ve que tenemos un cuarto desocupado en la parte de atrás-  
-No, Lety, muchas gracias. Pero yo aquí estoy muy a gusto, además Carito me acompaña-. Que esperanzas que yo me vaya a meter al cuarto de servicio de una casa que ni es mía. Pensó Doña Katy hirviendo de coraje. Ya estaba bueno, se decidió, era el momento de terminar con estos festejos para siempre, y con esa plaga de familia.  
-Mañana tengo cita con el Lic. Padilla- dijo Doña Katy muy seria.  
-¿Y eso mamá?- dijo Manuelito.  
-Voy a hacer mi testamento- Los ojos de sus nueras brillaron. Y todos pusieron atención.  
-Ay, mamá para qué, ¿Qué apoco piensas morirte?- le dijo Luis.  
-Sí, pero no pronto. Por eso  de una vez les digo. Su papá les dejó a los tres su fábrica, con eso él hizo todo el dinero que tuvo, y ustedes le van a hacer igual, por que yo me voy a gastar hasta el último quinto que pueda, a Caro le dejo la casa, una mensualidad de mantenimiento y su sueldo vitalicio si me sobrevive. Si no, eso y lo que me quede es para algunos proyectos de caridad que me interesan.-  

Se quedaron mudos, Doña Katy, ya mucho más jovial cambió de tema y se puso a contar anécdotas, cosas chistosas que le habían pasado en Europa. Casí inmediatamente los hijos comenzaron a despedirse pretextando compromisos con la familia política. Las nueras estaban pálidas como momias. Doña Katy los invitó a todos a comer la semana entrante, feliz, sabiendo que nadie iba a ir. Por primera vez en su vida Doña Katy se había animado a darse un regalo de diez de mayo.